«Revolución verde» es la denominación usada internacionalmente para describir el importante incremento de la productividad agrícola y, por tanto, de alimentos entre 1960 y 1980 en Estados Unidos y extendida después por numerosos países. Consistió en la adopción de una serie de prácticas y tecnologías, entre las que se incluyen la siembra de variedades de cereal (trigo, maíz y arroz, principalmente) más resistentes a los climas extremos y a las plagas, nuevos métodos de cultivo (incluyendo la mecanización), así como el uso de fertilizantes, plaguicidas y riego por irrigación, que posibilitaron alcanzar altos rendimientos productivos.

Fue iniciada por el arquitecto agrónomo estadounidense Norman Borlaug, con ayuda de organizaciones agrícolas internacionales, quien durante diez años se dedicó a realizar cruces selectivos de variedades de trigo, maíz y arroz en países en vías de desarrollo, hasta obtener las más productivas. La motivación de Borlaug fue la baja producción agrícola con los métodos tradicionales, en contraste con las perspectivas optimistas de la revolución verde con respecto a la erradicación del hambre y la desnutrición en los países subdesarrollados.​ La revolución afectó, en distintos momentos, a todos los países y puede decirse que ha cambiado casi totalmente el proceso de producción y venta de los productos agrícolas.

La llamada "revolución verde" fue, en resumen, un conjunto de cambios tecnológicos y políticos que tuvieron lugar en el campo durante la segunda mitad del siglo XX y que tuvieron como objetivo aumentar la producción agrícola de manera sostenible. Estos cambios incluyeron el uso de semillas mejoradas, fertilizantes químicos y pesticidas, así como la implementación de sistemas de riego más eficientes y el uso de maquinaria agrícola moderna.

La revolución verde se originó en el contexto de la crisis alimentaria de la década de 1960 y fue impulsada por organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Banco Mundial. Los objetivos de la revolución verde eran aumentar la producción agrícola para hacer frente a la creciente demanda de alimentos a nivel mundial y al mismo tiempo mejorar la seguridad alimentaria de los países en desarrollo.

Aunque la revolución verde tuvo éxito en aumentar la producción agrícola en muchos lugares, también tuvo efectos negativos en algunos casos. Por ejemplo, el uso excesivo de fertilizantes y pesticidas puede contaminar el suelo y el agua y puede ser perjudicial para la salud humana. Además, el énfasis en la producción de unas pocas variedades de cultivos puede llevar a la pérdida de biodiversidad y a la dependencia de unos pocos cultivos clave. Por eso, es importante asegurar que se adopten prácticas agrícolas sostenibles.

Es importante asegurar que se adopten prácticas agrícolas sostenibles y que se promueva la diversificación de los cultivos y la conservación de la biodiversidad. También es importante promover la participación de los productores agrícolas locales y la adoptción de prácticas agrícolas sostenibles que tengan en cuenta el impacto ambiental y social.

Además, es importante promover el acceso a la tecnología y a la educación agrícola para los productores agrícolas, especialmente en los países en desarrollo, para que puedan producir de manera más eficiente y sostenible. También es importante promover la colaboración y el intercambio de conocimientos y experiencias entre los productores agrícolas y los investigadores para mejorar las prácticas agrícolas y aumentar la producción de manera sostenible.

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