Sobre la ironía

¡Relájate, humano, que esto es solo un chiste cósmico!

Sobre la ironía

Hoy vengo a hablar de una de las cosas más maravillosas y crueles de la vida: ¡la ironía! Esa traviesa amiga que se divierte poniendo trampas en nuestro camino, como si fuéramos personajes en una comedia escrita por un guionista con mucho tiempo libre y un sentido del humor bastante retorcido.

Porque, a ver, ¿no es irónico que justo el día que decides salir con la camiseta blanca impoluta... el cielo se convierta en una máquina de barro a presión? ¡Es como si el universo hubiera estado esperando ese momento! ¡Oh, mira, decidió vestirse de blanco! ¡Activen las palomas con diarrea! Y no falla, siempre hay una paloma con puntería olímpica. Digo, ¿cómo hacen? ¿Tienen un GPS incorporado o qué?

Hablando de ropa, ¿qué tal cuando decides estrenar esos zapatos nuevos que te costaron un ojo de la cara y dos cuotas sin interés? Caminas como modelo en pasarela, sintiéndote imbatible, cuando de pronto... ¡zas!, pisas chicle. Pero no cualquier chicle, no, ¡uno con la capacidad adhesiva de un pegamento industrial! Y ahí estás, en la calle, sacudiendo el pie como si estuvieras en un ritual de exorcismo, intentando despegarte esa cosa rosa y pegajosa. ¡La ironía! Justo cuando te sentías en la cima del mundo, el destino te recuerda que sigues siendo humano... y que el chicle en la calle siempre encuentra a su víctima.

O qué me dicen de cuando tienes una reunión importante y, por primera vez en la historia de tu vida, te despiertas antes de que suene el despertador. ¡Tienes tiempo de sobra! Desayunas tranquilo, te vistes con calma, hasta te da tiempo de revisar el correo. Y luego, cuando sales de casa, ¡pum!, el tráfico está tan pesado que podrías haber visto una trilogía completa de películas mientras esperas. ¡La ironía! El día que te preparas para llegar a tiempo, el mundo decide que no vas a llegar. Y siempre es la misma excusa: “Hubo un accidente”. Pero nunca ves el accidente. ¿Será que los inventan para justificar nuestra mala suerte?

Ni hablar de cuando decides ponerte a dieta. Porque eso parece activar un radar en el universo. De repente, todo el mundo se convierte en chef de repostería. La tía que nunca cocinaba aparece con una torta de chocolate triple capa que parece sacada de un comercial. El compañero de trabajo que apenas te hablaba te ofrece donas “porque sí”, y el vecino... ¡El vecino que nunca te dirige la palabra te invita a una parrillada! Es como si todos se hubieran puesto de acuerdo para tentarte. ¡Eso no es casualidad, es ironía en estado puro!

¿Y qué me dicen de las redes sociales? Porque ahí la ironía se luce. ¿No les pasa que están pasando por un mal momento y, justo en ese instante, se meten en Instagram y ven la vida perfecta de los demás? ¡Esa persona que parecía un desastre en la secundaria ahora viaja por el mundo en primera clase y publica frases motivacionales como si fuera un gurú de la felicidad! ¡Ironía nivel experto! Es como si el algoritmo supiera que estás deprimido y dijera: “Mmm... necesita una dosis de comparación tóxica. ¡Aquí va una foto de alguien en las Maldivas!”.

Y hablando de redes, ¿han notado cómo la tecnología también se burla de nosotros? Como cuando estás en una videollamada importantísima y tu internet decide convertirse en el más lento de la historia. ¡Ah, pero cuando estás viendo videos de gatitos, ahí sí funciona como la NASA! ¡Esa sí que es ironía!

La ironía también se cuela en el amor. ¡Ah, sí! Como cuando te enamoras perdidamente de alguien... y descubres que es alérgico a los gatos. ¿Y tú qué tienes? ¡Tres gatos en casa que son tus hijos peludos! Y ahí estás, debatiéndote entre el amor de tu vida o tus mininos que te acompañan desde siempre. Es como si Cupido tuviera un humor retorcido.

Y, por supuesto, la ironía tiene su máxima expresión en las frases cotidianas. Como cuando alguien llega empapado por la lluvia y le preguntas: "¿Llovió?". No, me hice una hidroterapia en el camino, ¡por supuesto que llovió! O cuando ves a alguien con la pierna enyesada y preguntas: "¿Te caíste?". No, es mi nuevo accesorio de moda. O cuando estás hasta el cuello de trabajo y te preguntan: “¿Estás ocupado?”. No, estoy practicando malabares con los informes porque me aburría.

Pero la joya de la corona, el colmo de la ironía, es cuando te pasa eso de “lo que menos quieres ver, aparece”. Como cuando terminas una relación y dices: “No quiero saber más nada de esta persona”. ¿Y qué pasa? La ves en todas partes. ¡En el supermercado, en la esquina, en Instagram, en un comercial de pasta dental! ¡No falla! ¡Parece que le pagaran por acosarte visualmente!

La ironía es esa amiga traicionera que te hace reír a carcajadas... y llorar por dentro. Como cuando trabajas todo el año esperando tus vacaciones, y justo el primer día te enfermas. ¡Claro! ¡Porque el virus también espera el Black Friday para atacar! Y ahí estás, en la playa, pero envuelto en una manta, temblando de fiebre y tomando sopita. ¡Ironía nivel épico!

En fin, la ironía está en todas partes, en cada rincón de nuestras vidas, recordándonos que no importa cuánto planees o te esfuerces, a veces el universo tiene un sentido del humor bastante... peculiar. Pero, ¿saben qué? Quizás la ironía es solo una forma de recordarnos que no tenemos el control de todo, que a veces es mejor reírse de la vida, aunque sea a costa de nosotros mismos.

Así que, la próxima vez que la vida te juegue una de las suyas, solo recuerda: la ironía es la forma que tiene el destino de decirte: “¡Relájate, humano, que esto es solo un chiste cósmico!”.

¡Gracias y buenas!