México no es un país de muertos visibles. Es un país de ausentes. De sillas vacías, de fotos plastificadas, de nombres repetidos en voz alta para que no se borren. Aquí la violencia no siempre mata. A veces hace algo peor: borra.
La palabra desaparecido debería indicar una excepción. En México es una categoría administrativa. Un expediente. Un número que crece sin escándalo suficiente. Más de cien mil personas cuyo rastro se interrumpió en un punto preciso del tiempo y del espacio. Salieron de casa, subieron a un coche, fueron a trabajar, a estudiar, a una fiesta. El país siguió. Ellos no.
La desaparición no ocurre en el vacío. Ocurre en carreteras vigiladas, en pueblos con patrullas, en ciudades llenas de cámaras. Ocurre con una lógica reconocible: crimen organizado, corrupción, impunidad. Pero reducirlo a eso sería una forma cómoda de no mirar más hondo. Porque la desaparición masiva no se sostiene solo con violencia. Se sostiene con indiferencia institucional.
Las familias lo saben. Por eso dejaron de esperar al Estado y salieron a buscar por su cuenta. Madres con picos y palas, con guantes de látex y bolsas negras. Madres que aprendieron a distinguir un hueso humano de uno animal. Que hablan de fosas como otros hablan del clima. En México, la búsqueda se volvió una forma de maternidad prolongada.
El Estado responde con protocolos, comisiones, discursos. A veces con buena fe. A veces con simulación. Casi siempre tarde. La investigación se diluye entre fiscalías saturadas, expedientes mal hechos, pruebas perdidas. El mensaje implícito es devastador: desaparecer no es un crimen urgente.
El crimen organizado entendió hace tiempo algo esencial: la desaparición es más eficaz que el asesinato. No deja cuerpo. No deja escena clara. Produce miedo prolongado. Paraliza comunidades enteras. Y cuando el Estado no rompe ese ciclo, se vuelve parte del paisaje que lo permite.
Hay regiones donde desaparecer es estadísticamente probable. Donde la gente avisa antes de salir. Donde se memorizan placas. Donde se manda ubicación en tiempo real como último gesto de autoprotección. Vivir así no es normal. Pero se normalizó.
La sociedad mexicana convive con esta herida abierta de forma contradictoria. Hay movilización, rabia, dignidad. Y al mismo tiempo, cansancio. El horror sostenido agota. El riesgo es ese: que el país aprenda a vivir con la ausencia como si fuera una condición natural, como el calor o la lluvia.
Pero los desaparecidos no son una abstracción. No son cifras. Son biografías interrumpidas. Y cada una representa una falla concreta del sistema: una patrulla que miró a otro lado, un expediente archivado, una verdad aplazada.
México no necesita más minutos de silencio. Necesita respuestas, justicia, memoria activa. Porque un país que se acostumbra a no saber dónde están los suyos empieza, lentamente, a perderse también a sí mismo.
Y eso no desaparece solo.
México: El Estado de las Desapariciones
1. ¿Qué significa “persona desaparecida”?
Una persona desaparecida es alguien de quien no se sabe su paradero, y cuya ausencia no puede explicarse por decisión voluntaria ni por causas conocidas. En México, la mayoría de los casos corresponden a desapariciones forzadas o vinculadas a delitos donde el rastro se pierde de forma abrupta.
2. Cifras oficiales más recientes
Según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) del gobierno de México:
📌 Total de personas desaparecidas o no localizadas desde 1964 hasta finales de 2025:
➡️ 104,000 personas aproximadamente —el número más alto desde que hay registros oficiales.
➡️ Más del 80% de los casos corresponden a desapariciones ocurridas desde 2006, período asociado al inicio de la “guerra contra el narcotráfico”.
➡️ Hombres representan cerca del 70%, mujeres alrededor del 22%, y el resto sin dato de sexo.
➡️ Entre las víctimas, miles son menores de edad.
(Todos estos datos se basan en informes del RNPDNO de la Secretaría de Gobernación, actualizados periódicamente.)
3. ¿Dónde ocurren más desapariciones?
Las desapariciones no están distribuidas de forma uniforme. Las entidades con mayor número acumulado al cierre de 2025 son:
- Veracruz
- Jalisco
- Estado de México
- Chihuahua
- Guanajuato
Estas cinco entidades concentran casi el 50% de todos los casos registrados.
En años recientes se ha observado además un crecimiento sostenido en estados como:
- Baja California
- Sinaloa
- Puebla
- Hidalgo
- Nuevo León
Este patrón sugiere que la crisis de desapariciones no está confinada a un solo tipo de región, sino que se ha expandido geográficamente.
4. Tiempo desde la desaparición hasta denunciar
Un estudio oficial analiza la temporalidad entre la desaparición y la denuncia:
➡️ Más del 50% de los casos se reportaron en los primeros 30 días, lo cual es positivo desde el punto de vista de la acción inicial.
➡️ Sin embargo, una parte significativa se reportó con días, semanas o incluso meses de retraso, lo que complica la localización temprana y la preservación de pruebas.
Esta variabilidad muestra que factores sociales, familiares y de confianza institucional influyen en el acceso a mecanismos de denuncia.
5. Razones y factores detrás de las desapariciones
Los datos oficiales y análisis independientes identifican varias causas entrelazadas:
🔹 Crimen organizado y violencia delictiva
- Extorsión, secuestro, narcotráfico e “levantones” (capturas forzadas sin registro) son causas predominantes.
- Las bandas criminales utilizan la desaparición como mecanismo de control social y de intimidación.
🔹 Debilidad institucional y complicidad
- Investigaciones mal hechas, falta de recursos en fiscalías estatales, y en algunos casos, corrupción o colusión de autoridades locales, obstaculizan las búsquedas.
🔹 Trata y explotación
- Grupos vulnerables, especialmente menores y mujeres, están en riesgo de ser víctimas de redes de trata.
🔹 Migración
- Muchas desapariciones ocurren en rutas migratorias sin protección estatal, especialmente en el sur del país.
6. Qué ocurre tras la denuncia
Una vez que se registra una desaparición, el proceso oficial incluye:
📌 Alerta AMBER (para menores, cuando aplica)
📌 Búsqueda coordinada federal, estatal y municipal
📌 Activación de mecanismos forenses (si hay indicios de restos humanos)
📌 Registro en bases de datos nacionales e internacionales
Sin embargo, la eficiencia es variable:
- Muchas fiscalías estatales carecen de personal e infraestructura forense adecuada.
- Se registran errores en levantamientos de indicios, lo cual dificulta la identificación de restos.
- La mayoría de los casos no avanzan hacia una sentencia penal.
7. Resultados judiciales y castigo
📌 Poca proporción de casos llevan a una sentencia condenatoria.
Aunque no existe un número único actualizado de casos resueltos, múltiples informes de organizaciones civiles muestran:
➡️ Un porcentaje muy bajo de detenciones y sentencias ha sido obtenido en relación con el total de personas desaparecidas.
➡️ Muchas investigaciones permanecen estancadas por falta de pruebas o por fallas en la recolección de evidencia.
8. Impacto social y familiar
Los efectos de la desaparición no se limitan al individuo:
🔹 Familias viven en estado de incertidumbre prolongada
🔹 Se generan grupos de búsqueda independientes
🔹 Comunidades enteras experimentan trauma colectivo
🔹 La desaparición se convierte en un factor de migración interna
🔹 Hay aumento de organizaciones civiles especializadas en búsqueda y forensia
9. Organizaciones, mecanismos y propuestas
A nivel institucional y de la sociedad civil existen:
🟡 Comisión Nacional de Búsqueda (CNB)
Coordina esfuerzos federales y estatales.
🟡 Colectivos de familias
Madres y padres que han formado redes de búsqueda en campo.
🟡 ONG y apoyo internacional
Proyectos de ADN forense, asesoría legal y cooperación interinstitucional.
🟡 Propuestas clave
- Capacitación forense profesional
- Modernización de bases de datos
- Coordinación real entre fiscalías
- Mecanismos de protección para denunciantes
10. Conclusión factual
✔ México enfrenta una crisis de desapariciones masiva, prolongada y compleja.
✔ Más de 100 mil personas siguen sin ser localizadas.
✔ La mayoría de los casos ocurrieron en el último siglo XXI.
✔ La resolución judicial efectiva representa una fracción mínima del total.
✔ El impacto social va más allá de los números: comunidades enteras viven con ausencia.
México no es solo un país con desaparecidos. Es un país organizado alrededor de la ausencia.
Aquí la desaparición no irrumpe. Se instala. Se vuelve rutina administrativa, estadística movediza, expediente incompleto. En México no se pregunta “qué pasó”, sino “cuándo fue la última vez que alguien lo vio”. La gramática del horror se aprende pronto.
Las cifras oficiales hablan de más de cien mil personas desaparecidas, pero en realidad nadie sabe el número exacto. Cada conteo es provisional, cada registro llega tarde, cada base de datos se queda corta. Hay desaparecidos que no figuran porque nadie denunció. Otros porque denunciar implicaba exponerse. Otros porque el Estado perdió el papel, el archivo, la voluntad.
La desaparición no ocurre en el vacío. Ocurre en carreteras, en retenes improvisados, en trayectos cotidianos. Ocurre cuando alguien va a trabajar, cuando alguien migra, cuando alguien es joven y pobre y está en el lugar equivocado, que en México puede ser cualquier lugar. La violencia no es caótica. Tiene lógica. Y esa lógica casi nunca se investiga a fondo.
Los perpetradores cambian de nombre, pero no de método. Crimen organizado, fuerzas de seguridad, autoridades coludidas, policías municipales, militares, grupos mixtos donde ya no se distingue quién manda a quién. La desaparición es útil porque no deja cuerpo. Y sin cuerpo, el sistema respira mejor.
Las madres buscadoras caminan donde el Estado no entra. Con palas, varillas, mapas dibujados a mano. Ellas no hablan de política. Hablan de huesos, de olores, de tierra removida. Han aprendido lo que no querían aprender. Que la justicia en México no llega sola. Hay que empujarla, gritarla, desenterrarla.
El país se acostumbró a verlas en las noticias, brevemente. Una nota, una imagen, una fosa más. Luego el siguiente tema. La desaparición prolongada tiene ese efecto perverso: normaliza la barbarie. No escandaliza. Se archiva.
Las instituciones prometen. Comisiones, fiscalías, leyes, protocolos. El lenguaje es correcto. La realidad no. La impunidad ronda el 95%. La mayoría de los casos no se resuelve. No porque sean imposibles, sino porque tocarían intereses demasiado cercanos.
México vive una paradoja brutal: busca a sus desaparecidos mientras produce nuevos. Cada año. Cada sexenio. Cambian los discursos, no el fondo. La desaparición se volvió una tecnología del miedo, un mensaje silencioso que dice “esto puede pasarte” sin necesidad de explicaciones.
Y aun así, el país no es solo horror. También es resistencia. Familias que no se rinden. Colectivos que documentan mejor que las autoridades. Periodistas que siguen escribiendo aun sabiendo el riesgo. Personas que se niegan a aceptar que olvidar sea una opción.
México es un país que carga ausencias como quien carga muertos invisibles. Un país donde la memoria es un acto político y buscar es un verbo peligroso. Pero también es un país donde alguien, todos los días, decide no rendirse al silencio.
Eso no repara nada.
Pero impide lo peor: que la desaparición sea definitiva también en la memoria.
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