La irisada mosca se posó en la gris celosía del confesionario.
-Ave María Purísima.
-Sin pecado concebida.
-He vuelto a pecar, padre.
-No, no, no… yo no puedo escucharte otra vez en confesión, hijo.
-Será la última vez, se lo juro, padre, he decidido reformarme.
-…
-¿Padre? ¿Padre? ¿Está bien?
-¿Eh? Sí, sí… pero… ¿lo has vuelto a hacer y dices que quieres reformarte? ¿Cómo piensas que voy a creerte?
-Es la última vez, se lo juro.
-¡No jures! ¡Vete, vete, no quiero escuchar tus horrendos crímenes! […]

5. La irisada