ANÁLISIS DE LA PELÍCULA DE PAOLO SORRENTINO

El simbolismo oculto detrás de la estética de la película
La aclamada película de Sorrentino transmite fuertes emociones y sensaciones a través de imágenes que en ocasiones provocan un sentimiento casi catárquico. Es fácil dejarse llevar por la impecable estética y la increíble banda sonora que acompaña a esta película, es cine capaz de cautivar a cualquiera, incluso las seres más insensibles se conmueven junto al protagonista cuando contempla desde su azotea el correteo de unos niños que juegan y se atrapan entre los jardines de la basílica, o se ven cautivados por el encanto soberbio del protagonista, pues Paolo consigue desde un primer momento hacernos sentir y pensar como Gambardella, comprendamos o no de dónde nacen sus emociones, decepciones, prioridades; “el mayor descubrimiento que he hecho tras cumplir 65 años es que no puedo perder tiempo en hacer cosas que no quiero hacer”, angustias y reflexiones; “el arroz recalentado es más rico que el que está recién hecho”...

Sin embargo, cuando uno se detiene a observar el paisaje retratado por sorrentino desde la distancia, una vez que ya te has dejado llevar por cada secuencia momentánea intensa y bella que ha conseguido misteriosamente atraparte, y que te deja desconcertado, encandilado (efecto que curiosamente pensaba que era un desconcierto personal, un efecto de retraso como el de una musiquilla repetitiva que se acomoda en tu subconsciente y que te distrae de lo que se te va a mostrar a continuación), pero tras haber visto la película más veces puedes ver como Sorrentino te va desplazando a donde él quiere llevarte sin dejarte mucho tiempo para percatarte, te incita a dejarte llevar por él, que tiene el completo manejo de tus emociones y posiciones que vas tomando cuando observas a los caricaturescos personajes. En sí, es puro lenguaje visual lo empleado, Sorrentino te está llevando a otra nueva esfera de sucesiones de acontecimientos pero mientras te va aproximando a ellas deja la melodía pertinente a la situación anterior sin hacer un corte o una transición explícitos. Así, como en la vida real, acabas percibiendo lo visto como una pasta indefinida de emociones reflexiones y acontecimientos, sin un orden ni un sentido concreto, pero que sin embargo conforma un buen relato de lo vivido.
Merece la pena visionar esta película más de una vez, pues es, como muchas otras, una constante revelación de detalles sutiles que de tan desapercibidos que pasan, te abren los ojos y te readaptan la graduación de las gafas. Uno puede ver el recuerdo de su primer amor (el de Jep) como un bello recuerdo de juventud, pero tras ver la película de nuevo, está presente mucho más de lo que parece, cuando escuchas las mismas olas de mar que se oían en el encuentro con su primer amor en el momento en el que el protagonista contempla el cuadro de la mujer con los pechos al aire dentro del palacio romano. También está presente en los momentos imaginativos de Gambardella cuando observa el mar en el techo de su habitación.
O cuando Jep está monologando sobre las pautas de comportamiento a seguir en un funeral como posicionarse estratégicamente oculto para llamar la atención desapercibidamente y dice “una actuación es buena cuando no tiene superficialidad” y se muestra a continuación el desilusionado gesto de Ramona, que se encontraba en el probador semioculta a la visión de nuestro protagonista.
Por no hablar de que tras la enorme crítica social y desmantelamiento que hace hábilmente Gambardella de algunos de los personajes y de la necia sociedad vacía y farsante con la que convive, se nos muestra un nuevo lado suyo cuando, en la escena del funeral se desprende de ese rol y actuación medida minuciosamente y modesta, y acaba rompiendo a llorar tras haberse situado en el lugar más llamativo, acaparando finalmente la atención que él se esmeró previamente en reservar a los familiares del muerto.


LA NUEVA DOLCE VITA
Dos visiones diferentes de la vida en Roma

Mucho se ha hablado de las similitudes entre La dolce vita de Fellini y La gran belleza, como es de esperar; ambas comparten el mismo perfil de protagonista; el aclamado y elegante periodista que se rodea de la decadente clase alta napolitana, en la ciudad eterna de Roma donde se retratan festejos, costumbres y vidas elitistas y superficiales muy similares entre sí a pesar de la brecha de casi 60 años que distan de su creación.
Sin embargo hay un tratamiento totalmente diferente del tiempo en las películas y del trasfondo filosófico que se encuentra tras la actitud vital de los dos protagonistas; Jep y Marcello.
Aurora Conde, en “Fragmentos de una nueva iconocidad romana” (2017) sostiene que “La notable diferencia entre los finales de las películas es un hecho importante a mi entender, dado que, frente al esquivo, complejo, en parte indefinido, pero en cualquier caso posible futuro que los personajes fellinianos proponen, se confronta el horizonte vacío y hueco al que se enfrenta el protagonista de La Grande Belleza. Así al menos se desprende del último e importante monólogo de la película de Sorrentino: Acaba siempre todo igual. Acaba siempre con la muerte. Antes, sin embargo, está la vida, la vida escondida bajo los bla, bla, bla... Todo sedimentado bajo unas charlas: el ruido, el silencio y el sentimiento, la emoción. Y el miedo. Los pocos, histriónicos destellos de belleza y luego la escualidez desgraciada del hombre miserable cubierto por la manta de la incomodidad de estar en el mundo.
Más allá, está el más allá. Pero yo no me ocupo del más allá. Así pues que esta novela de comienzo. En el fondo solo es un truco. Sí, solo es un truco.”
El tratamiento visual que ofrecen las dos películas de Roma dista mucho de ser compartido, a pesar de que cuando uno ve la gran belleza se siente constantemente aludido a las imágenes grabadas por Fellini de los grandes monumentos y paisajes romanos.

En La gran belleza siempre está presente el paso del tiempo, el recuerdo, la memoria, la vejez en contraste con la juventud.-Esto último parece ser una de las mayores inquietudes del director, lo podemos observar en el título que recibió una de sus más recientes películas, “La Juventud”- y este tema es constantemente representado por el director tanto en los diálogos “el arroz recalentado es más rico que el recién hecho” como en las imágenes de una ciudad cuya cultura y antigüedad se nos muestra renaciendo cada noche que Jep Gambardella deambula por sus rincones.
El ejemplo más indicado en la película es la noche en la que Jep pide las llaves del Palacio Attemps acompañado de Ramona. Las esculturas, cuadros y arquitecturas son el elemento de principal interés, y Sorrentino nos muestra las antigüedades a través de un juego de luces llamados fade-ins y fade-outs en los que los rostros de nuestros protagonistas se pierden lentamente en la oscuridad al mismo tiempo que crece la iluminación de las piezas de arte. Con este tratamiento visual, el director insinúa el contraste entre lo vivo y lo inerte (Gómez Giménez 2018), el paso del tiempo y el legado cultural eterno que permanece vivo en la ciudad de Roma.
Sin embargo, cuando vemos una escena de festejos en La dolce vita en lugares históricos y monumentales de Roma, el tratamiento del lugar es completamente opuesto, pues el movimiento y la acción de los personajes lo abarcan todo, no son meros complementos o espectadores de las creaciones, sino que toman el papel protagonista de la escena.
Paolo rinde admiración y hace homenaje a la ciudad de Roma con cada plano que nos ofrece de ella desde el comienzo de la película. Recordemos la secuencia de apertura en la cuál tras mostrarse increíbles planos de la fontana de Acqua Paola y de la Plaza de Garibaldi vemos como se derrumba un turista ante la catárquica sensación que le produce el paisaje italiano.
Y es que sorrentino juega con el desconcierto del espectador; nada más habernos mostrado esta escena idílica, cotidiana y serena (que recuerda en el movimiento circular de la cámara a la película Vértigo de Hitchcock), hace un giro de 180 grados del argumento al trasladarnos a la estrafalaria, ruidosa y excesiva fiesta en la azotea de Jep Gambardella, para hacernos una presentación y primera aproximación a la vida del retirado y mundano novelista. Cuando se ha hecho un retrato completo de la esperpéntica fiesta, y Jep Gambardella procede a presentarse ante nosotros, se vuelve a emplear los fade ins y fade outs de iluminación mientras el movimiento de los festejantes y la música se van ralentizando. Mediante este recurso Sorrentino consigue de nuevo jugar con el tiempo, abriendo un paréntesis para que conozcamos el ritmo de vida habitual de Jep, antes de que éste se disponga a pronunciar sus primeras palabras en la película. El efecto que se produce es curioso pues él cuenta ante la cámara cómo él estaba destinado a la sensibilidad; a ser escritor, mientras en el segundo plano de la imagen se diluye el baile de los extravagantes personajes cuya superficialidad y necedad ya hemos podido comprobar a lo largo de la secuencia de la fiesta, y será posteriormente retratada con más detalle a lo largo de la película.

LA IMPOSTURA
Análisis de una clase social resguardada en la apariencia

En contraste con la gran belleza de Roma (lo considero un nombre oportuno para describir la ciudad) y la pureza de algunas escenas que sitúan al espectador en la sensible percepción de Gambardella, se encuentra la decadente y despreciable alta sociedad que habita la capital italiana. Jep Gambardella vive rodeado de personajes pertenecientes a la élite, insolentes, caricaturescos, necios, disfrazados de artistas e intelectuales que provocan hastío y decepción en el protagonista, que se encuentra constantemente obligado a cuestionar y derrumbar el enmascaramiento pretencioso que se han creado.
Nos encontramos en un primer lugar a la artista “Thalia Concept” que habla de sí en tercera persona, se estampa contra el acueducto romano como forma de creación o performance artístico, y se refugia en hechos dolorosos del pasado y disfraza su ignorancia y su insignificancia artística de “vibraciones”.
En la película también se representa la superficialidad de esta alta sociedad en un sentido incluso literal, en una escena se nos muestra el salón de cirugía estética al que acuden los pudientes con el afán de hacerse una falsa mejora estética, inyectándose silicona en el cuerpo.
La burguesía romana se muestra decadente, vacía, con falsas aspiraciones a ser lo que no alcanza ser. Una mujer con la que Jep se acuesta nada más conocerla, le ofrece enseñarle sus creaciones, que se limitan a ser fotografías de sí misma, lo que podría ser perfectamente exponer en una galería de arte los vulgares y egocéntricos selfies que colgamos en las redes sociales.
Pero los impostores de La gran belleza no son sólo individuos distantes a nuestro protagonista, en el propio círculo amistoso de Jep Gambardella se encuentran los mayores necios e hipócritas de los que un aclamado novelista se puede rodear. Más allá de las congas “que no van a ninguna parte”-como decía Gambardella- que se forman en las macrofiestas de su azotea, encontramos a estos impostores.
En las reuniones amistosas de la terraza de Jep se alimentan los autoengaños, las falsas ilusiones de los egos, las discusiones acusatorias de tono infantil y todo tipo de actitudes despreciables. Entre ellas destaca la escena en la que Steffania trata de convencer al círculo de amigos y autoengañarse a sí misma de que su vida ha sido un gran sacrificio, ha alcanzado grandes logros y le espera un bonito futuro con su pareja, con tono acusatorio y haciendo de ello un menosprecio de la vida de los que la rodean. Es entonces cuando Gambardella interviene y desmonta su argumento con su cruda sinceridad pero sin perder la elegancia.

La vida de estos personajes es una pura impostura, una máscara tras la que se refugian, se lucen y a la vez justifican sus miserables vidas.


El lugar de Jep Gambardella en la impostura
La impostura va más allá de los engaños psicológicos de estos personajes. Podríamos hablar de la impostura en la búsqueda de la belleza. Gambardella ha dejado de escribir tras su exitoso best seller de su juventud “El aparato humano”, cuando le preguntan por ello, él parece huir de la respuesta certera, se justifica con que él era un escritor de relatos breves, un velocista... o que su vida se resumía en la conga fiestera que no iba a parar a ninguna parte, siempre dando vueltas en el vacío, en fin, que no tenía aquello de lo que escribir, su vida se sumaba a la del resto de adinerados farsantes y el goce de la vida nocturna y mundana.
“él sigue viviendo de las rentas de aquel éxito durante el resto de su vida, limitándose a colaborar con una revista cultural. De esta forma se establece un paralelismo con la ciudad de Roma, la cual también sigue viviendo como el espejismo de lo que una vez fue, de una belleza de la que ahora quedan solamente los ecos.” (Carmelitano, 2014)
Hasta el propio Jep parece sumido en una impostura más, que a pesar de ser crítico, sincero y no hinchar su ego como lo hacen otros, parece encubrir su bloqueo e incapacidad para escribir con las abundantes fiestas, consolado por su intelectualismo e ironía.
Luigi Carmelitano (2014) sostiene que “toda la película refleja una lucha contra el tiempo, un desafío contra la muerte que se acerca, intentando prolongar una belleza inicial, un momento particular que no puede durar para siempre.”
En algún momento decide recurrir al espiritualismo en busca de respuestas de algo que otorgue sentido y calme su hastío y existencialismo, sin embargo cuando tiene la oportunidad y entra en contacto con la iglesia, ésta se revela como otra institución corrompida, sumida nuevamente en imposturas, pues el cardenal evita a toda costa contestarle a su duda espiritual y también observa como la institución se alimenta de patrañas caritativas inventadas sobre la madre superiora, una mujer a la que se le queda corto el calificativo senil.
Las performances artísticas le resultaban indiferentes e incluso ridículas, esto se ve cuando Sorrentino nos muestra el sutil e irónico gesto del protagonista tras contemplar las patéticas exhibiciones.
Da la impresión de que los únicos resquicios de auténtica belleza que encuentra Gambardella se encuentran en el pasado, en los palacios secretos de Roma, en los impactantes monumentos históricos y esculturas, en sus recuerdos de vida, en su juventud, bañándose en el mar y en la noche con Elisa junto al faro.
“la nostalgia es la única distracción posible para quien no cree en el futuro” (Jep Gambardella)

Parece que los únicos personajes de la película que carecen de esta falsedad son aquellos cuyo papel en la sociedad no tiene dictado el tener logros, ser exitoso y poseer buenas cualidades, las presiones que tanto martirizan al amigo del protagonista; Romano, que con mucha ambición y poca habilidad trata de escribir una obra de teatro que fracasará para seducir a una mujer que le utiliza y no tiene ningún interés por él.
Los marginados de la sociedad no aspiran a estas metas, sin embargo, la película nos muestra como su trayectoria también acaba siendo desdichada o indiferente.
Por una parte tenemos a Dadina, una mujer enana que no sucumbe a las imposturas compartidas y exhibidas por el resto. Al no esperarse nada de ella, pues su enanismo la condena a ser simplemente enana, a ocupar ese puesto, el cual resulta motivo de burla y de señalamiento a lo largo de toda su vida, es una mujer de espíritu fuerte e inteligente, y no tiene complejos ni dudas de sí misma.
Por otra parte encontramos a Andrea, el hijo de una de la amistades de Jep, (su madre). Ella convive con el autoengaño de que Andrea está mejorando, sin embargo, el joven, que vive atormentado de dudas y pensamientos existenciales acaba suicidándose. Es un personaje que ocupa el papel de desviado social y desde luego no necesita de enmascaramientos.
Por último encontramos a Ramona, una mujer que a la edad de 43 se dedica al striptease y tiene una enfermedad terminal que finalmente la acaba matando, y verdaderamente la única mujer con la que Jep tiene una conexión a lo largo de la película. Su condición de stripper hace que la enriquecida clase social de la que Jep se rodea la vea como una mujer vulgar y menospreciable.

El final de la película (Spoiler)
La escena que se revela al final de la película en la que Elisa de Santos muestra su cuerpo al protagonista resulta ser el momento que determina la totalidad de la película y de la vida de Gambardella. Es interesante indagar en el tratamiento que Sorrentino ofrece de estas imágenes. Reconocemos la belleza a los ojos del protagonista cuando escuchamos la sinfonía The Lamb de John Tavener, o las olas del mar, todo alude a la grandeza de La ciudad eterna y a ese particular momento de la juventud de Jep.
Ella es iluminada en la noche por la luz del faro, con una apariencia natural y auténtica, completamente opuesta a la representación que nos ofrece Sorrentino de los farsantes y enmascarados burgueses que habitan la ciudad. Ella apenas enunciando una palabra hace un gesto que condenará a Jep a encontrar lo que ellá le enseñó para el resto de su vida.
Todavía me pregunto qué quiere decir el amargo final que narra Gambardella. Está exponiendo una lucha entre la vida y la muerte, la juventud y la vejez a lo largo de toda la película y al nos confiesa que “Siempre se termina así, con la muerte. Pero primero ha habido una vida escondida bajo el bla bla bla... todo esta resguardado bajo la frivolidad y el ruido; el silencio y el sentimiento, la emocion y el miedo.
Los demacrados e inconstantes destellos de belleza, la decadencia, la desgracia y el hombre miserable. Todo sepultado bajo la cubierta de la vergüenza de estar en el mundo bla bla bla...
En otros lugares hay otras cosas, a mi no me importan los otros lugares. Así pues, que empiece la novela.
En el fondo es sólo un truco, sí, sólo es un truco”
Parece que al final Jep, en la lucha entre la vida y la muerte, se acaba decantando por la vida, revelando que lo que hay en ella que se encuentra cubierto bajo un manto. Manto que acaba de destapar.
El final nos remonta a la escena de la jirafa que va ha hacer desparecer el mago. Éste le confiesa que la magia con la que la va a hacerla desaparecer es sólo un truco, frase que queda grabada en la mente de Jep.
Jep nos revela tras afirmar que por fin va a escribir su segunda novela que en el fondo es sólo un truco. Mi intuición establece aquí un paralelismo. Tal vez la belleza que Jep tanto ansiaba encontrar y que no hallaba como medio para seguir escribiendo nos revele que realmente, escribir un relato, a igual que hacer un truco de magia, es valerse de un truco para crear una nueva realidad. Jep parece asumir esta certeza, recupera la inspiración perdida y la película culmina cuando Jep Gambardella decide escribir su siguiente novela.


BIBLIOGRAFÍA
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GÓMEZ JIMÉNEZ, Ana. Roma. Tiempo y artificio: fragmentos de" La Gran Belleza". 2018. Ventana Indiscreta
SÁNCHEZ, Ricardo, 2016. Escena final de “La gran belleza” de Paolo Sorrentino. En: CódigoCine.[en línea] Disponible en: https://codigocine.com/la-gran-belleza-escena/
CARMELITANO, Luigi. Roma en la película" La grande bellezza" de Paolo
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