La cultura hoy en España no hace ruido. Respira. Se mueve despacio, como esos teatros a los que se entra cuando ya ha empezado la función y nadie te mira, pero todos saben que estás ahí.

En una sala pequeña de cualquier ciudad, alguien recita versos para treinta personas que no han venido a cambiar el mundo, solo a entenderlo un poco mejor antes de volver a casa. El poeta habla de la infancia, de una madre que envejece, de una calle que ya no existe. No hay aplausos largos. Hay silencio. Ese silencio es la crítica más honesta que existe.

En otro punto del país, un museo inaugura una exposición con presupuesto mínimo y ambición máxima. Cuadros colgados con la obstinación de quien cree que la belleza todavía sirve para algo. El comisario explica, con voz cansada, que el arte no da respuestas, solo incomodidades. Nadie le discute. España sabe convivir con la incomodidad desde hace siglos.

La industria editorial publica novelas que no serán trending topic. Historias de pueblos vacíos, de mujeres que sostienen la memoria familiar como quien sujeta una casa en ruinas para que no caiga. Libros que se venderán poco pero circularán mucho, de mano en mano, como mensajes cifrados entre personas que todavía leen sin prisa.

En la música, los algoritmos empujan, pero no mandan del todo. Un cantautor toca en una sala con goteras. Canta sobre precariedad sin nombrarla, sobre amor sin prometer nada. El público graba un fragmento, lo sube a redes, y luego guarda el móvil. Hay cosas que no se comparten. Se quedan.

La cultura española hoy no es épica ni espectacular. No pretende serlo. Es resistencia doméstica. Una función que se mantiene aunque falte luz. Una canción que sobrevive al olvido. Un relato contado mil veces que se sigue contando porque dejar de hacerlo sería aceptar que ya no importa nada.

Y mientras los titulares gritan desde otros ámbitos, la cultura hace lo de siempre. Observa. Espera. Toma nota. Sabe que el país pasará por encima de ella sin mirarla demasiado, pero también sabe algo más antiguo y más terco: cuando todo falla, siempre acaban volviendo.