En un mundo no muy lejano, la humanidad se había obsesionado con la velocidad. Todo debía ser rápido: la comida, el transporte, el trabajo, incluso las relaciones personales. La gente no tenía tiempo para nada y siempre estaba apurada.

Un día, un científico loco llamado Dr. Velocidad descubrió una fórmula que podía acelerar el tiempo en un área determinada. Decidió probarla en su laboratorio y, para su sorpresa, funcionó. Ahora podía vivir una semana entera en solo un día.

Emocionado por su descubrimiento, el Dr. Velocidad decidió compartirlo con el mundo. Organizó una conferencia de prensa y presentó su fórmula, llamada Fastissimus Diebus.

La gente estaba entusiasmada por la idea de vivir más rápido y tener más tiempo para hacer cosas. Comenzaron a usar Fastissimus Diebus en sus hogares, en sus trabajos y en sus vidas personales. Las ciudades se convirtieron en un hervidero de actividad constante y frenética. Y el mundo se acabó y este cuento también.

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