El Loro
—¡Copas y señoritas! Entra, entra, caballero… ¡Tú, Donato, tráete la leche, joder! –dijo con voz atiplada-. “El Loro”, con su nariz de cacatúa, su melena de sota y su cuerpo de tonel jorobado y paticorto, invitaba a los transeúntes y trotacalles a pasar al “Baby Club”.
—¡No, si al final tendré que ir yo, joder! ¡Señoritas,… copas! – gritaba “El Loro”.
—¡Qué te follen, maricón! – replicó Donato.
—¿Una copita, caballero? … ¡cállate, papagayo, que hablas más que un sacamuelas!
…
Al rato apareció con un vaso de leche en la mano andando como si sólo tuviera la pierna derecha, con la que daba unos pasos mucho más grandes y pausados que con la izquierda como si fuera a desnivelarse a cada momento.
—¡Menudo pájaro el Augusto! ¿Tas enterao? Tenía a su mujer fiambre hace tres meses y ni la olían. ¡Menudo pájaro!
—La Jenifer, que le lleves la leche de una puta vez.
—¡Señorita Jenifer, que ya va! … con su mujer fiambre en el salón, y sentá en la butaca, fiambre, más tiesa q’un chuzo, como si estuviera viendo la tele.