Desconsuelo
En el oscuro rincón del alma,
el desconsuelo se mece
con susurros dolientes.
Las lágrimas fluyen
en caudal de tristeza,
como un río que se adentra
en la noche profunda.
En el silencio,
el corazón llora
en susurros amargos,
buscando consuelo
en el eco del recuerdo.
Oh, desolación sin nombre,
compañera de mis días grises.
En tus brazos me encuentro perdido,
navegando en un mar incesante
de sombrías olas.
Las estrellas,
antaño fulgurantes,
se desvanecen en el horizonte,
dejándome
en la penumbra
de la existencia.
La melancolía es un suspiro quebrado,
un lamento que se escapa
de los labios
y se pierde
en los vastos confines
del tiempo.
En cada amanecer,
en cada crepúsculo,
mi alma se sumerge
en la desolación,
anhelando el abrazo cálido
de la esperanza.
El vacío se alza como un muro infranqueable,
separándome
de la alegría y del sol que alguna vez acarició mi piel.
En cada paso,
el peso de la desidia me acompaña,
como una losa que aprisiona
mis anhelos y sueños.
Las flores,
antes vibrantes y coloridas,
se marchitan
en mi mirada apagada.
¡Ay, qué tristeza indescriptible!
El desconsuelo habita
en cada esquina
de mi ser,
como un fantasma que susurra
palabras amargas al oído.
Mi voz se quiebra
en sollozos mudos,
clamando
por un alivio que se desvanece
en la bruma
del olvido.
Pero en medio de la desesperanza,
un destello se alza
en la penumbra.
La palabra,
compañera eterna
de mi mano,
se convierte en el faro que ilumina mi senda.
En cada verso,
encuentro un resquicio de paz,
un refugio donde el desconsuelo se hace eco de su propia melancolía.
En la tristeza misma,
encuentro una belleza sombría,
una dulzura escondida
entre los espinos
del alma.
La noche se viste de poemas
y el desconsuelo se transforma
en la llama
de la inspiración.
En cada palabra escrita,
encuentro un consuelo efímero,
una tregua
en la batalla contra la eternidad
del dolor.
Y así, en la oscuridad que me envuelve,
camino con paso incierto,
aferrándome a la poesía
como salvavidas
en este océano
de tristeza.
El desconsuelo se convierte en la musa que despierta mi voz,
y en cada verso encuentro un pequeño atisbo
de esperanza,
un destello de luz que se niega a perecer.
Poeta eterno,
tu espíritu me guía
en esta travesía
por el desconsuelo.
En tu lenguaje poético,
encuentro consuelo en la desolación,
y la tristeza se convierte en la tinta que tiñe mis versos.
A través de tus palabras,
descubro que en la melancolía también hay un latido
de vida,
una belleza oculta que solo el alma sensible puede vislumbrar.
Así, en cada verso,
sigo navegando
por los mares
del desconsuelo,
en busca de la paz que solo la poesía puede ofrecer.
Con cada palabra escrita,
alimento mi espíritu y,
en la fragilidad
de mi existencia,
encuentro la fortaleza
para enfrentar el oscuro abismo
del desconsuelo,
abrazando la belleza
de lo efímero
y encontrando consuelo en la eternidad
de sombras
de las letras.