Sentado en una terraza imaginaria en una plaza de Madrid, con el café ya frío y la luz gris de diciembre colándose entre los periódicos que se deshacen como hojas bajo la lluvia, uno intenta hacer sentido de este mosaico de titulares que llaman “noticias” —palabra que en España suena a ritual diario de asombro y resignación.
Las discusiones de poder trascienden el teatro parlamentario y llegan hasta las fronteras de Europa. El primer ministro español, Pedro Sánchez, emerge como una rara excepción en el coro de dureza frente a la inmigración que resuena en otros capitales continentales. No es una postura heroica, sino un gesto de resistencia en un continente que parece abrazar muros y exclusiones mientras España apuesta, con toda la ambigüedad de su democracia, por reconocer la contribución social y económica de quienes llegaron de lejos.
El espíritu festivo también reinterpreta su guion. En Tiflis, jóvenes voces españolas intentaron transformar la brecha de la infancia en música, y aunque no fue la victoria final, el quinto lugar en Eurovisión Junior dejó una sensación de dulzura amarga. Entre el orgullo y la nostalgia, algunas miradas vagan hacia la decisión de la radiotelevisión pública de no retransmitir la edición adulta del certamen el año próximo, gesto que escenifica cuanto pesan hoy la política y la cultura en una sola respiración nacional.
Mientras tanto, la sed sigue siendo una presencia muda y persistente. Las reservas de agua de los embalses se sitúan alrededor de un 54 % de su capacidad, cifra que no canta promesas de abundancia sino más bien un recordatorio constante de la larga batalla contra la sequía y la incertidumbre climática que inclina la balanza del campo y la vida cotidiana.
La ley y el orden, siempre un relato paralelo en España, han hecho hoy una entrada sin música ni sonrisas. La policía desarticuló una banda criminal que usaba helicópteros para transportar drogas desde Marruecos, una escena que podría ser parte de una novela noir si no fuera porque las consecuencias tardan en desaparecer de los barrios y las historias personales.
En medio de todo, sigue el clic monótono de los algoritmos y las miradas digitales: listas de artistas más vistos en YouTube en España recuerdan que, pese a todo, hay almas buscando consuelo o distracción en la música y los clips virales, fragmentos de belleza ligera en un mar de titulares densos.
Ese es el país hoy: un cruce de política, agua, crimen, música y debate cultural. Nada es demasiado grandioso, pero todo es pesado en su frágil cotidianeidad, como si cada noticia fuera otra gota en el embalse de nuestra memoria colectiva, siempre a punto de desbordarse o secarse.
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