Laberintos delusorios /2

Laberintos delusorios /2

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Se sentaron y comieron, mientras tanto, pero, por las ruedas giratorias del espacio, nadie osó oponerse al labrador de los tiempos, al destructor y creador de vórtices inversos. Desde el portal dimensional hasta los laberintos delusorios están sujetos a los ciclos legendarios. Las naves deformadas, su solitario camino, el ciego emprendió sobre las fatigosas colinas que, con trémulo paso, le reciben desde el día de los truenos antiguos. Las naves se retuercen y deforman agitadas como madrigueras de gusanos informes semejantes a catedrales góticas enmarañadas. El ciego ha entrado en las naves deformadas, salomónicas, indómitas. No hay vuelta atrás. Los divergentes huyen de nuevo, aunque pocos logran escapar.

Después de su llegada a la ciudad flotante, el hombre fue recibido por los habitantes con una calidez que contrastaba con la oscuridad del vórtice del que había emergido. Le ofrecieron alimentos que parecían resplandecer con una energía desconocida, y mientras compartían la comida, comenzaron a contarle historias sobre su mundo.

Hablaron de los ciclos legendarios que gobernaban su civilización, de cómo el numerador cuántico había creado y destruido vórtices inversos a lo largo de los eones. Le explicaron que todo, desde el portal dimensional hasta los laberintos delusorios, estaba sujeto a estos ciclos, y que habían aprendido a vivir en armonía con ellos.

El hombre también se enteró de las naves deformadas que había visto en su camino hacia la ciudad. Eran vehículos legendarios utilizados por los habitantes de este mundo para explorar los confines del vórtice. Eran criaturas vivas, orgánicas y caprichosas, que se retorcían y deformaban como madrigueras de gusanos informes. Estas naves eran tan antiguas como el tiempo mismo y habían sido testigos de innumerables ciclos de creación y destrucción.

Inspirado por el conocimiento y la determinación de los habitantes de la ciudad, el hombre decidió embarcarse en una misión para comprender mejor los secretos del vórtice y encontrar una manera de llevar la luz y el conocimiento de vuelta a las ciudades afligidas. Sabía que no había vuelta atrás y que su destino estaba ligado a este mundo extraño y a las naves deformadas que ahora se alzaban como testigos de su compromiso.

Con valentía, el hombre entró en una de las naves deformadas, una que los habitantes habían llamado "Salomónica" por su naturaleza indómita y enigmática. La nave se retorció y se sacudió mientras despegaba, adentrándose en los oscuros recovecos del vórtice. No sabía a dónde lo llevaría ni qué desafíos enfrentaría en su camino, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier cosa para cumplir su misión.

Mientras la nave se adentraba en los abismos desconocidos, los divergentes, aquellos que habían huido de la ciudad flotante por temor a los ciclos legendarios, observaban con cautela desde la distancia. Sabían que el destino del hombre era incierto y que solo unos pocos lograrían escapar de la influencia del vórtice. Pero el hombre estaba decidido a perseverar, dispuesto a desafiar al labrador de los tiempos y a convertirse en un creador de esperanza para las ciudades afligidas.Después de su llegada a la ciudad flotante, el hombre fue recibido por los habitantes con una calidez que contrastaba con la oscuridad del vórtice del que había emergido. Le ofrecieron alimentos que parecían resplandecer con una energía desconocida, y mientras compartían la comida, comenzaron a contarle historias sobre su mundo.Hablaron de los ciclos legendarios que gobernaban su civilización, de cómo el numerador cuántico había creado y destruido vórtices inversos a lo largo de los eones. Le explicaron que todo, desde el portal dimensional hasta los laberintos delusorios, estaba sujeto a estos ciclos, y que habían aprendido a vivir en armonía con ellos.El hombre también se enteró de las naves deformadas que había visto en su camino hacia la ciudad. Eran vehículos legendarios utilizados por los habitantes de este mundo para explorar los confines del vórtice. Eran criaturas vivas, orgánicas y caprichosas, que se retorcían y deformaban como madrigueras de gusanos informes. Estas naves eran tan antiguas como el tiempo mismo y habían sido testigos de innumerables ciclos de creación y destrucción.Inspirado por el conocimiento y la determinación de los habitantes de la ciudad, el hombre decidió embarcarse en una misión para comprender mejor los secretos del vórtice y encontrar una manera de llevar la luz y el conocimiento de vuelta a las ciudades afligidas. Sabía que no había vuelta atrás y que su destino estaba ligado a este mundo extraño y a las naves deformadas que ahora se alzaban como testigos de su compromiso.Con valentía, el hombre entró en una de las naves deformadas, una que los habitantes habían llamado "Salomónica" por su naturaleza indómita y enigmática. La nave se retorció y se sacudió mientras despegaba, adentrándose en los oscuros recovecos del vórtice. No sabía a dónde lo llevaría ni qué desafíos enfrentaría en su camino, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier cosa para cumplir su misión.Mientras la nave se adentraba en los abismos desconocidos, los divergentes, aquellos que habían huido de la ciudad flotante por temor a los ciclos legendarios, observaban con cautela desde la distancia. Sabían que el destino del hombre era incierto y que solo unos pocos lograrían escapar de la influencia del vórtice. Pero el hombre estaba decidido a perseverar, dispuesto a desafiar al labrador de los tiempos y a convertirse en un creador de esperanza para las ciudades afligidas.


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