EL SILENCIO

EL SILENCIO

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Callemos

Las nubes no se cansan de hablar. En el firmamento, las nubes despliegan su muda conversación, un diálogo sin palabras que solo el viento sabe interpretar. No se cansan de hablar, como si su discurso fuera tejido por hilos invisibles que se entretejen y desenredan en un constante flujo. Son palabras etéreas que se forman en capas y se desvanecen en un suspiro.

Observándolas, uno podría pensar que son las confidencias del cielo, sus pensamientos efímeros, su monólogo en pausa. Se transforman en trazos de pinceladas blancas, grises y doradas que trazan poesía sobre el lienzo azul del día. No hay pausa en su relato: aquí una figura que se asemeja a un animal, allá un perfil de un rostro que se desvanece en el horizonte.

Las nubes llevan consigo los secretos de las estaciones, los susurros de la lluvia y las promesas del sol. Amanecer tras amanecer, comparten su historia, una historia que es efímera pero que se repite incansablemente. Cada día escriben un nuevo capítulo en este libro sin tinta ni papel.

Así, en su silencio metamórfico, las nubes danzan su danza aérea, narrando la historia del cielo en un idioma sin palabras. Un lenguaje que solo se puede captar con los ojos y sentir con el corazón, un lenguaje que nos recuerda que la belleza y la poesía no siempre necesitan sonidos ni letras, sino el arte inefable de la transformación constante.


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