Cuando escucho jazz siempre me lloran las orejas

Cuando escucho jazz siempre me lloran las orejas

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Cuando escucho jazz siempre me lloran las orejas. No puedo evitarlo, es como si cada nota y cada acorde se infiltraran en lo más profundo de mi ser, provocando una reacción física que no puedo controlar. Al principio, pensé que era una simple coincidencia, pero con el tiempo me di cuenta de que no importaba qué tipo de jazz fuera ni quién lo tocara, el resultado era siempre el mismo: mis oídos comenzaban a llorar.

Algunas personas me miraban con extrañeza cuando les contaba mi peculiar reacción al jazz. No podían entender cómo algo tan apreciado por tantos podía causarme tal incomodidad. Intenté explicar que no se trataba de que no me gustara la música, al contrario, me fascinaba, pero algo en ella parecía resonar de manera intensa en mis oídos.

Decidí investigar más sobre el tema y descubrí que no estaba solo en mi experiencia. Algunas personas también experimentaban reacciones físicas inusuales al escuchar música, aunque en su mayoría eran sensaciones placenteras, como escalofríos o piel de gallina. Pero yo era un caso atípico con mis oídos llorando cada vez que sonaba el jazz.

A pesar de la extrañeza de mi situación, decidí abrazarla en lugar de luchar contra ella. Comencé a asistir a conciertos de jazz con pañuelos a mano para secar mis lágrimas auditivas. Aprendí a disfrutar de la música a pesar de la molestia que me causaba. De alguna manera, esas lágrimas se convirtieron en una especie de ritual personal, una manifestación física de mi profundo amor por el jazz.

Con el tiempo, incluso llegué a considerar mis lágrimas auditivas como un regalo único. Sabía que mi relación con la música era especial y única, y eso me hizo apreciar aún más cada melodía, cada solo de saxofón y cada ritmo de batería. Aunque no entendía por qué mis oídos reaccionaban de esa manera, aprendí a abrazar esa peculiaridad y a vivir mi pasión por el jazz con intensidad, lágrimas y todo. Después de todo, la música siempre había sido una parte fundamental de mi vida, y no iba a dejar que unas lágrimas inoportunas me impidieran disfrutarla al máximo.


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